Por fin llegó el día de irnos a
Malta.
Era 25 de enero y nuestro avión
salía a las 13:45 del aeropuerto de Manises, así que como de costumbre, me
levanté pronto para ultimar los detalles del viaje, acabar de guardar cosas en
la maleta y a las 11:30 como ya lo teníamos todo, mi madre y yo conducidas por
mi padre, nos fuimos hacia el aeropuerto.
Al vivir bastante cerca en 10
minutos ya estábamos despidiéndonos de mi padre y entrando para pasar el
control de equipajes y pasajeros.
Como es de costumbre en los
tiempos que corren, ahí estaban los trabajadores del control del aeropuerto
hablando del machismo en el trabajo y de la crisis (¡que raro!). Como se notaba
que era miércoles por la mañana y habían muy poquitos vuelos.
Nada, ahora sólo quedaba esperar
al momento de embarcar y que las azafatas de Ryanair no pusieran muchos
problemas.
Llegó la hora y subimos al avión rapidísimo.
El avión iba bastante vacío y mi madre y yo nos pudimos sentar solas en una
fila.
El vuelo fue muy tranquilo y
puntual. A las 15:45 estábamos aterrizando en el Aeropuerto de Malta.
El Aeropuerto de Malta o Luqa, es
un aeropuerto pequeñito. Su dirección es:
Aeropuerto Internacional de Malta
Plc, Luqa, LQA 05, Malta y su código es el MLA.
Tiene página web: www.maltairport.com
Nosotras al llegar teníamos la intención de ir al apartamento que
habíamos alquilado en el bus de Terravisión que nos dejaba a 100 metros del
apartamento, aunque fuera un poco más caro, pero al final nos fuimos con los
autobuses públicos de Malta, y no me preguntéis por el bus de Terravisión
porque di mil vueltas y no conseguí ver la parada.
Nosotras cogimos en bus X2 que es el que te deja en Gzira, pero para ir
al aeropuerto basta con coger cualquier de los autobuses con la letra X. Si por
vuestra zona no pasa ninguno de esos, lo que tenéis que hacer es coger uno que
os lleve a la estación de autobuses de La Valeta y de ahí podréis coger tanto
el X4 como el X5.
Al llegar hacía un aire súper frío y tuvimos que esperar unos 15 minutos
a que llegara el autobús. Una vez subidas sólo tardaríamos la friolera de hora
y media en llegar al destino. Como os podéis imaginar, ¡se nos hizo eterno!.
En el autobús había un español que vivía allí, pero sinceramente no es
que hiciera mucho por ayudarnos a saber cual era nuestra parada, así que
imaginaos como íbamos mirando por las ventanillas y leyendo los letreros de las
paradas en maltés, vamos, que no entendíamos ni papa. Aunque luego al final, me
hice toda una experta, jajaja.
Al final a la altura de Sant Julians, sabía que íbamos por buen camino
pero… ¿Cuándo tendríamos que parar? ¡Ni p******a idea!
Al final, un chico español que viajaba en el bus me oyó hablando con un
maltés en mi inglés versión española y me explicó todo, todo y todo.
Total, que al final paramos en la parada exacta del hotel y eso que el
chico ya se había ido. Lo que se dice inercia, ¡total!
Entramos en el hotel y como nosotros teníamos un apartamento, el chico me
estuvo explicando (en inglés, of course!) que teníamos el apartamento en otro
edificio y que para ver la tele tendríamos que pagarlo a parte, así que yo le
dije que ni de coña y que para ver canales raros y lo poco que íbamos a estar
en el apartamento, que pasábamos de pagar.
Pagamos el apartamento y enseguida vino el chico que nos iba a llevar al
otro edificio que en vez de estar en el paseo de Gzira, estaba dos calles hacia
dentro.
La odisea de encontrar el apartamento, necesito contarla. Ahí estaba el
chico a finales de enero con manga corta y aun aire espantoso y cierto olor aún
más espantoso llevándonos al apartamento, que era el 7002 y en vez de llevarnos
a la planta baja como cualquier persona razonable hubiese hecho nos hizo un
recorrido turístico por todo el edificio hasta que ya cuando me harté, le dije
que entrara en el ascensor, apreté el botón de bajo, y le dije: Vamos a buscar,
que tiene que estar por aquí.
Por fin, después de dos horas y pico estábamos en el apartamento, que
odisea aparte estaba genial. Os pongo fotos para que lo veáis.
Después de estar un rato
cotilleando el apartamento y de ver que no habíamos comido nada desde el
bocadillo que nos habíamos comprado en el aeropuerto, nos fuimos directos al
paseo que une Gzira, Sliema y Sant Julians, en busca de un sitio en el que
cenar.
Después de dar un paseíto,
encontramos un restaurante de estilo americano en el que repetiríamos otro día
y decidimos cenar allí.
Para cenar nos pedimos un plato
de bruschetta como entrante y luego un sándwich de pollo para mi madre y unos espaguetis
a la boloñesa para mí con agua para las dos. La cena nos costó 16,25 euros y he
de decir que los espaguetis estaban muy buenos y no me los pude terminar, ya
que las raciones en Malta son enormes.
Os pongo fotos para que lo veáis.
Una vez acabamos de cenar, nos fuimos a dar una vuelta por el paseo.
Mientras paseábamos, encontramos una tienda de estas de barrio en las que te sablan por comprar cualquier cosa, pero como sabíamos que nos sería difícil encontrar otra abierta a esas horas, entramos a comprar el desayuno de los siguientes días para poder desayunar en el apartamento antes de salir.
Nos compramos zumo, leche y galletas. Con el desayuno comprado, nos fuimos a dormir porque al día siguiente nos esperaba un día largo si queríamos aprovechar el tiempo que teníamos.
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